Durante unos días, jóvenes provenientes de diferentes países y pertenecientes a una agrupación de origen portugués, trabajaron en el Hogar Abierto Padre Hurtado de Estación Central. Desde comienzos de año, deambulan por el mundo generando impactos positivos en las comunidades que visitan, encontrándose con experiencias transformadoras.
Por María Luisa Galán
Una de las experiencias que más impactó a los voluntarios de World Life Experience fue su paso por una ONG en Cusco. La organización acogía a niñas abusadas por sus padres o parientes cercanos que, como consecuencia, habían quedado embarazadas, algunas expulsadas de sus casas o perseguidas por sus propias madres para que no denunciaran ni detuvieran al violador. Una de las voluntarias, recuerda que cuando acompañó a una de las jóvenes a un hospital, una enfermera le dijo a la niña: “Oye, ¿no estarás muy chica para jugar al papá y a la mamá?”.
Este caso y otros como los vividos en Colombia, compartiendo con otros niños, o en Granada, en España, con refugiados, o, en Chile, con adultos mayores del Hogar de Cristo, son parte del periplo que 11 voluntarios, hombres y mujeres de diferentes países del mundo iniciaron en enero de este año y que los ha llevado por una decena de lugares en Europa, Asia y América, involucrándose en proyectos sociales y ambientales.
Se trata de la agrupación World Life Experiencie, programa internacional con base en Portugal y liderado por el portugués Antonio Dias, que busca generar un impacto positivo en las comunidades que visitan. Todo es nuevo, la organización y el equipo. Este es el primer grupo de jóvenes que recorre el mundo, todos de distintas edad, países y profesiones. La organización recibe ingresos por medio de distintas fuentes, una es a través de la cuota de postulación que es de 9 euros y canjes locales. De las cientos de personas que se inscribieron, sólo quedaron 11. Desde ellos, permanecen 9. A todos se les paga el pasaje y la estadía que se consiguen gratis o a través de hostales que les dejan el alojamiento a mitad de precio a cambio de publicidad en redes sociales. En parelelo, buscan el apoyo y auspicio de grandes empresas.
Llevan 9 meses juntos. “Viajamos, comemos, dormimos y trabajamos juntos”, dice Hugo Piñón, comunicador audiovisual y voluntario de 31 años, oriundo de Galicia, España. Angeline Orellanes, terapeuta ocupacional venezolana, de 28 años, cuya residencia está en Miami, cuenta: “Cuando comenzó el programa no sabíamos si era de verdad. Llegamos a Portugal, no nos conocíamos y tuvimos que empezar de una vez a vivir en una casa todos juntos. Lo bueno es que el grupo está muy bien armado y algo que tenemos en común es el corazón para servir”.
Corazón de servicio que quedó impregnado en el Hogar Abierto Padre Hurtado del Hogar de Cristo, donde residen adultos mayores en situación de pobreza. Llegaron en plenas fiestas patrias, bailando cueca y cumbia, jugando al tejo y a la rana con los hombres y mujeres de la casa de acogida. “Estoy encantada de estar ahora con adultos mayores. Me encanta escuchar los cuentos, me entretengo y lo que ellos buscan es eso: que alguien se siente y los escuche. Es compañía lo que ellos están buscando”, relata Angeline en medio del sonido de boleros y tonadas.
Hugo Piñón agrega que aunque la estadía en las diferentes ONGs en las que han estado es corta, lo que reciben de las personas es largo, inmenso. “La gente mayor simplemente necesita que la escuches, que converses con ellos y no es ningún sacrificio porque son conversaciones enriquecedoras. Son historias que lees en las revistas pero que te las están contando en directo personas con las que puedes interactuar; eso es lo bonito”.
Un paréntesis
Muchos de los voluntarios son profesionales y optaron por hacer un paréntesis en sus vidas. Miguel Brito, de 27 años e ingeniero aeroespacial, cuenta: “Ya había viajado bastante y quería hacer un turismo más responsable, con voluntariado. Además de tener la oportunidad de conocer otras personas, otros países”. Dice que al regresar a Lisboa, buscará trabajo en lo suyo y pretende continuar en temas sociales.
Florencia Dibattista, argentina de 26 años, licenciada en relaciones institucionales y a punto de egresar de periodismo, señala que si bien nunca había trabajado en una ONG, el tema social le encantó. “Nos hemos encariñado muchas veces, en muchos lugares, y eso está dentro de lo más difícil. Estuvimos en Perú trabajando en una ONG que recibe niñas que habían sido violadas por sus padres o gente cercana. Decir chao ahí fue súper difícil. Terminamos llorando y fue súper triste. Pero son cosas de las que aprendemos, que nos hacen cambiar y tener otra perspectiva de la vida en muchos aspectos. Es lo más enriquecedor del programa”.
Para Angeline Orellanes, estos “han sido meses indescriptibles. La verdad es que una cosa es hacer turismo y otra muy diferente es poder conocer el mundo con otros ojos, desde otra perspectiva. Te ayuda a entender mejor cómo es la vida real y que en cada país hay personas que necesitan ayuda, hasta en nuestros propios países. Y a veces cuando te vas de vacaciones piensas que todo lo bonito es lo turístico, pero no es así”.
Quedan casi dos meses para que los 9 voluntarios regresen a casa. Su última parada será Sao Paulo, en Brasil. Pero, sin duda, quedarán en sus recuerdos sus muchos otros trabajos de impacto positivo en España, Holanda, Croacia, Eslovenia, República Checa, Hungría, Rumania, Bosnia, Macedonia, Tailandia, Vietnam, Malasia, México, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. “El motivo y lo bonito es la manera en la que trabajamos. No es un turismo de, por ejemplo, llegar a Santiago y mirar Tripadvisor y sacarte fotos. La foto que sacas en lugares turísticos las han sacado miles de personas antes que tú. Pero esto que estoy haciendo no lo ha hecho mucha gente”, remata Hugo Piñón.
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