Mayra Arena: “En mi adolescencia fui muy resentida”

Publicado el 11/06/2020

“Tenía bronca”, dice, porque mientras otros no aprovechaban la escuela, ella soñaba con estudiar y estaba fuera. Excluida. Hoy, a los 28 años, madre de un hijo de 13, y a cargo de dos hermanas, está a punto de terminar Ciencias Políticas y se ha convertido en una voz del activismo contra la pobreza, esa en que nació y creció en el sur de Argentina. Aquí, sus reflexiones sobre educación y pandemia.

Por Ximena Torres Cautivo

Mayra Arena podría ser la niña símbolo de la exclusión educativa no sólo de Argentina, su país, sino del mundo, porque una de las formas más evidentes de la pobreza y de la marginalidad es la vulneración del derecho a la educación, y ella lo padeció, lo sufrió y lo superó.

Hoy está por terminar la carrera de Ciencias Políticas en la universidad, dicta charlas como especialista en “pobreza” y escribe columnas y ensayos en distintos medios sobre el mismo tema. Eso, después de haber nacido hace 28 años en Villa Caracol, una población de alta vulnerabilidad, en Bahía Blanca, al sur de Argentina. Es la mayor de los 4 hijos de padres distintos y ausentes y de una mamá analfabeta, con algún grado de discapacidad intelectual, que hoy, vive junto a su único hijo varón y desde hace un año se debe dializar, lo que, en etapa de pandemia, se ha vuelto más espaciado y complejo. Así nos cuenta Mayra, quien, por su parte, está radicada en una localidad del cono urbano bonaerense, donde está instalada con Joaquín, su hijo de 13 años, y sus dos hermanas.

-Cuando eres niño y eres pobre y pedís, la gente te mira con dulzura, se compadece y es muy buena, pero cuando crecés y sos adolescente, eso se pierde. Surgen los prejuicios, las etiquetas, y dejás de recibir recursos y tampoco nadie quiere darte un laburo, porque en Argentina hay controles muy estrictos para impedir el trabajo infantil. Eso sucede sobre todo en las zonas urbanas. En las rurales suele ser más común que un pibe trabaje, pero un chico pobre, vulnerable y abandonado no tiene cómo sobrevivir en la gran ciudad. Así es que mi adolescencia fue durísima. A los 13 dejé el colegio, a los 14 me embaracé. Cuando cumplí los 18 años y pude ir consiguiendo mejores trabajos, hablo de ser empleada con cama adentro, empecé con mucho esfuerzo a retomar los estudios.

El padre de Joaquín es 30 años mayor que ella, un tipo de relación que es común en las villas miserias. Fue “su marido”, dice, y hoy mantienen una relación cordial, pero se separaron pronto. “En mi adolescencia fui muy resentida. No quería volver a la escuela, porque tenía mucha bronca. Era rabia contra los que iban a la escuela y no lo aprovechaban. Me daba mucha bronca estar fuera queriendo estar dentro, cuando otros que estaban dentro, no lo valoraban. Afortunadamente, yo supe aprovechar las oportunidades. Golpeé puertas, insistí, fue difícil. Se hace muy caro estar sin trabajo, se hace muy caro buscar trabajo, desde imprimir un currículum hasta moverse para ir a una entrevista”.

Movida como es, Mayra asistió a “una especie de secundaria rural, porque buscando trabajo, me fui a vivir a un pueblo cercano a Bahía Blanca. Acá en Argentina, en los pueblos, suele haber más trabajo que en las grandes ciudades. Pasa esta paradoja: en las grandes ciudades hay más trabajo y más oportunidades, pero también hay más competencia. En los pueblos sucede lo contrario: hay poco trabajo, pero como los jóvenes se van a la ciudad en busca de oportunidades, es más fácil encontrar un laburo. Allí pude trabajar y asistir a una secundaria que permitía retomar los estudios desde el nivel que vos tuvieras. El mío era muy bajo, había dejado la escuela siendo muy chiquita, pero de a poco, logré terminar los estudios”.

Hoy, ya no ejerce el oficio que le dio la posibilidad de estudiar y salir adelante: la depilación, y le quedan unos pocos ramos para terminar su carrera.  Con su sorprendente juventud y su experiencia testimonial que le da a una autoridad que ya se quisiera el más reputado académico, Mayra Arena fue una de las panelistas invitadas al lanzamiento de Dorapp, la aplicación creada por Accenture y Hogar de Cristo, a través de su iniciativa Acción Solidaria. La app, que buscar crear la mayor comunidad digital de personas y organizaciones que trabajan en causas sociales, fue presentada en un seminario online, donde Mayte no se explayó sobre la importancia de la educación como en esta entrevista, sino sobre los prejuicios y los estereotipos en torno a la pobreza. Quienes quieran escuchar su ponencia, pueden pinchar este link.

ARGENTINA Y LA CRISIS

-¿Cómo ves, Mayra, las consecuencias económicas que trae consigo la pandemia para tu país?

-Muy duras. Hay un desánimo tremendo en materia económica acá en la Argentina. La reactivación será muy lenta. Sanitariamente, estamos bien. Nuestro sistema de salud es bueno, hubo preparación y prevención de lo que vendría. El número de muertos es relativamente bajo, pero el desastre en lo económico es de dimensiones horrorosas.

-¿Te ha tocado conocer de cerca casos de contagio y muerte por coronavirus?

-No, en lo directo, pero sí ha habido contagios y muerte en las villas porteñas. Por falta de acceso al agua corriente y a los servicios de salud. En el fondo, por los mismos problemas de siempre que tienen los pobres, que se amplifican con la pandemia.

-¿Son los mismos problemas los que viven los pobres de tu Bahía Blanca natal a los de Buenos Aires o a los de Tucumán en el norte?

-Las pobrezas son distintas en los territorios; lo climatológico afecta muchísimo. Yo fui niña pobre, muy pobre, en el sur, donde la pobreza es espantosa, dolorosa. Ser pobre en un lugar frío es una combinación que no le deseo a nadie. Ser pobre en la provincia es una cuestión más económica que en Buenos Aires, donde los pobres son menos pobres en recursos, porque tienen acceso a las redes y a los servicios sociales con mayor facilidad, pero si hablamos de prejuicio y discriminación, la capital es mucho más excluyente.

-¿Influye en eso la condición de migrante?

-No sé. En el sur, por cuestión de trabajo, hay altísima presencia de chilenos. Acá, en Buenos Aires, son paraguayos, bolivianos, últimamente venezolanos. Pero el desprecio, la fobia y la discriminación es más al pobre que al migrante. Eso es así.

 

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