Actor de cine y teatro, galán de teleseries, Ariel tuvo un intenso aterrizaje en México. Pero acá no hablaremos de sus éxitos actuales, sino del rechazo, de las llamadas “manzanas podridas”, de crecer bajo el estigma de ser un “niño problema”.
Por Matías Concha
Tras su éxito con la ópera prima de Nicolás López, dar varios pasos con personajes en televisión y probar su desempeño en teatro, el actor partió a Ciudad de México en pos de nuevos desafíos laborales. Y los resultados, hasta ahora, son bastante buenos. Ha hecho tres películas, una obra de teatro y varios castings para teleseries.
Atrás quedaron su años como debutante, cuando lo conocimos en “Promedio Rojo” –como el bueno de Roberto Rodríguez, título ad hoc a su pasdo de “mala junta” y estudiante expulsado del colegio. “Crecí bajo el estigma de ser ‘el niño problema’. Siempre fui hiperactivo, siempre andaba actuando y eso en mi colegio no gustaba”, cuenta. “Como mi comportamiento no era ‘adecuado’ a los típicos colegios tradicionales, tuve hartos problemas. Me expulsarom y los profes les recomendaban a los papás de mis compañeros que no los dejaran juntarse conmigo, porque yo era ‘una mala junta’”.
Eso le sucedió a los 9 años y califica el episodio como “súper triste”.
-¿Cómo te afectó ese rechazo?
-Ojalá hubieran visto que yo era un niño que tenía otras aptitudes, otros intereses. No me quejo, soy feliz con quien soy ahora, pero hubiera sido genial que hubieran potenciado mis aptitudes desde más chico.
-¿No había taller de teatro en tu colegio?
-Obvio, pero como me portaba mal en matemáticas, no me dejaban ir al electivo de teatro, y como no iba al electivo de teatro, me portaba mal en matemáticas… El taller de teatro era el único lugar donde me sentía genial.
-¿Cómo es crecer siendo “la manzana podrida”?
-Vives pensando que las va a cagar en cualquier momento. A esa edad lo único que uno quiere es agradar a los demás, ser querido, ser feliz. ¿Qué pasa con los que quieren ser deportistas o artistas? No hay apoyo.
-¿Cómo lograste convertirte en actor?
-Siempre tuve muy buenos amigos, también unos papás que siempre me apañaron. Siempre me comprendieron, me potenciaron. Gracias a ellos cumplí mis sueños… La verdad es que en el colegio nunca me entendieron.
-¿Qué le dirías a los jóvenes distintos que también son excluidos?
-Que no somos casos perdidos. Que no se sientan culpables cuando la gente no aprueba sus pasiones. Que tener el corazón contento es tan importante como tener el bolsillo lleno y que sigan sus pasiones.