Un alto número de niños y jóvenes desde 5 años de edad hasta los 21 abandonan el sistema escolar en un fenómeno conocido internacionalmente como deserción, aunque en Chile, por las connotaciones de dicha palabra, se ha preferido llamarlo exclusión o, incluso, expulsión de estos niños por parte de las instituciones de enseñanza. Se ha prestado a debate el número exacto de los afectados, pues según las cifras administrativas podrían ser más de los que dice la encuesta de caracterización socioeconómica Casen. Pero, sin entrar en esa discusión y aunque la cobertura escolar en Chile se ha considerado aceptable, no hay dudas de que el sistema enfrenta un grave problema, pues a partir de los 15 años el abandono aumenta sustancialmente, elevándose por encima del 1% por cohorte. En el último grupo considerado, constituido por quienes hoy tienen 21 años, la proporción de los que no completaron su educación media alcanzaría alrededor de un 12%. Es difícil saber qué ocurrirá en el futuro, puesto que a través del tiempo las cifras de cobertura según edad han venido aumentando. Hoy entre los 7 y los 14 años la tasa de cobertura supera el 99%.
Las razones por las que los jóvenes abandonan la enseñanza formal son muy variadas, pero alrededor de una cuarta parte de ellos lo hace por necesidad de trabajar. Uno de cada seis es una joven embarazada que no continúa estudiando debido a su temprana maternidad. Una proporción semejante dice dejar de estudiar porque no le interesa el estudio y sobran motivos para justificar las dificultades de acudir a la escuela, desde los problemas de acceso, la distancia a la que viven de los establecimientos o las necesidades del hogar. Muchas organizaciones interesadas en el fenómeno han contribuido a sensibilizar a la sociedad sobre este problema, que ha pasado inadvertido a los ojos de las autoridades públicas por mucho tiempo. La Fundación Súmate realizó un largo y complejo estudio que ha puesto de relieve la exclusión escolar como un tema fundamental para el desarrollo.
Algunas fundaciones se han dedicado a buscar soluciones prácticas a estos problemas desde sus particulares orientaciones. Hay quienes le otorgan gran importancia al uso de drogas en los jóvenes que abandonan y se han dedicado a superar los problemas de adicción. Sin duda que el camino de las drogas en los lugares más pobres, donde los jóvenes y niños no divisan ningún horizonte futuro en sus vidas, juega un papel en estos abandonos. Otras fundaciones se dedican a educar niños con enfermedades que les dificultan enormemente la posibilidad de asistir a una escuela corriente. Pero el conjunto de estos esfuerzos no alcanza para resolver un problema que afecta a más de cien mil jóvenes distribuidos por todo el país.
El Ministerio de Educación se ha hecho cargo del problema y, luego de estudiar la experiencia internacional con las escuelas de reingreso, ha propuesto la creación de una nueva modalidad de estudios en Chile para conseguir que los jóvenes que los dejan puedan completarlos. Para ese propósito se restringirá la educación de adultos solo a los mayores de 21 años y se crearán las escuelas de reingreso para los alumnos entre 12 y 21 años que han estado fuera del sistema regular de enseñanza durante dos años o que llevan tres años escolares de rezago. Parece ser el enfoque apropiado para hacer frente a un dilema que tiene graves consecuencias tanto para los jóvenes involucrados -según investigaciones internacionales, cada año escolar no cursado se traduce en la pérdida de un aumento de salarios cercano al 10%- como para el desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Editorial
El Mercurio
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