El exitoso empresario vitivinícola dice que en EE.UU. los millonarios compiten por figurar en la lista de los más ricos de Forbes, pero también en la de los que más donan. Aquí habla de cómo concibe la filantropía, quién lo inspira y a qué causa está orientado.
Por Ximena Torres Cautivo
“San Mateo escribió una frase bien discutible: ‘Mateo 6, versículo 3: Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha’, que ha sido muy negativa para el ejercicio de la filantropía”, comenta el hoy retirado empresario Agustín Huneeus (83), presidente de la Fundación Huneeus.
En marzo, su fundación firmó un acuerdo con Súmate del Hogar de Cristo, que trabaja con niños excluidos del sistema escolar por pobreza, discriminación, vulnerabilidad. Súmate tiene 5 escuelas de reinserción, que atienden a unos 700 alumnos por año. Pero en Chile son 77.554 los niños y jóvenes que no están recibiendo educación, cifra que incluye a un tercio de los que están en el Sename. “Por justicia social elemental, me interesó este proyecto. Es terrible que a estos chicos si no los pesca alguna institución como Súmate, estén condenados a la marginalidad, lo que es un detrimento atroz no sólo para ellos, sino para toda la sociedad. Mi objetivo es lograr una mayor cobertura, beneficiar a más. Ojalá a todos los excluidos”.
Huneeus hizo una donación de un millón de dólares este año, dará otro el próximo y dos más en 2019. Incluso considera aportar un endowment a Súmate para continuar con el proyecto. Comenta estos aportes, porque “se requiere estimular la filantropía en Chile, desarrollando una suerte de cultura del dar, casi una competencia por quién da más. En Estados Unidos la filantropía es parte de la vida de la gente acomodada, no sólo de los súper ricos. Lo normal es que toda persona que paga impuestos, destine parte de sus ingresos a alguna institución. Hace tiempo que los billonarios americanos -Gates, Buffett y centenares- acordaron dejar gran parte de su patrimonio a filatropía. Hoy se destinan casi 400 billones de dólares anuales a causas filantrópicas.
-¿Tendrá que ver con que la cultura anglosajona es protestante y busca redimirse en la tierra y no en el cielo, como los católicos?
-Nada que ver. Estados Unidos hoy no es anglosajón; está hecho de latinos, afroamericanos, asiáticos. Es un país diverso y mucho menos tradicional que Chile. El dinero ganado por uno mismo es el que da prestigio, y no dar cuando se tiene es muy mal visto. En las salas de conciertos, hay listados con los nombres de los benefactores de la compañía artística. Gran parte de los costos del programa artístico de Estados Unidos es sufragado por filantropía personal.
En Chile, es muy diferente. “En la época de mis abuelos, mostrar que uno tenía plata era muy mal mirado. La gente no donaba y si lo hacía, no lo contaba, siguiendo esa frase de san Mateo. Dar impulsa el dar, y es necesario que se sepa. Forbes publica su clásica lista de los más ricos del mundo y todos compiten por estar en ella y por subir en el ranking cada año, pero Forbes también publica la lista de los mayores filántropos y todos los multimillonarios compiten por aparecer ahí. Varios ricachones chilenos figuran en la primera, pero no están en la segunda.
Toda una leyenda en el mundo del vino, Huneeus, a los 25 años, se hizo cargo de la viña Concha y Toro, a la que en una década hizo prosperar. Con el gobierno de la UP, “todo lo que había hecho, quedó en cero. Allende quería intervenir todas las empresas interesantes y nos intervino”. Él y Valeria Quesney, su mujer, partieron con sus hijos a Estados Unidos, “sin nada”. La pareja creció en el negocio, tanto en Napa, donde viven, como en Casablanca, en cuyo desarrollo, Huneeus fue clave con Viña Veramonte. “Valeria es fundamental en lo que hemos logrado; la mitad de lo que tenemos es suyo”. De su propio éxito, dice: “Tuve suerte y pude acumular más de lo que necesito”.
-¿De dónde viene tu sentido social?
-Soy ignaciano. El padre Hurtado fue mi mentor. Trabajé con él en la Acción Sindical Chilena, él estaba muy interesado en Estados Unidos, país capitalista pero el único de América que le daba una vida digna al sector obrero. Quería entregarles a los sindicalistas chilenos una filosofía de justicia social cristiana. En 1951 me dijo: “Cucho, anda para allá y estudia cómo lo hacen para aplicarlo aquí”. Él me marcó, me enseñó a no acomodarme en mi mundo sin ver lo que pasa alrededor.
Quizás porque no heredó nada y luego lo perdió todo, dice: “El dinero regalado puede ser muy perturbador para una persona y heredar un negocio familiar, un encordio. A los hijos hay que dejarles lo necesario para que desarrollen al máximo sus talentos. Más, puede ser tóxico”.
Tiene 4 hijos que lo consideran “dominante”, rasgo que reconoce. Es además inteligente, irónico y sobre todo práctico. “Hoy se está dando que las familias de fortuna creen fundaciones, pero a veces cometen el error de no asociarse con especialistas. Eso se traduce en que la mitad de los recursos se les van en administración en vez de favorecer a más personas que lo necesitan. Por eso, nos asociamos con Súmate”.
-¿Será por ego que operan así?
-No sé. Sí sé que crear una fundación, con ayuda de especialistas, es muy gratificante, mucho más que tener una empresa comercial. Genera una armonía familiar que perdura; el fin es importante, noble. Yo podría tener incertidumbre sobre qué pasará con mi fundación cuando ya no esté, pero al asociarme con los jesuitas y el Hogar de Cristo, tengo la seguridad de que seguirán trabajando por los niños vulnerables desescolarizados.
Agustín vive en el valle de Napa, viene a Chile seguido y pasa un mes por año en su casa de Zapallar. Está retirado y ¿feliz? “Estoy liberado, no retired, y no sé qué es la felicidad. He tenido satisfacciones en mi vida, como haber sacado a Concha y Toro del hoyo, pero soy un insatisfecho crónico. Ahora me siento liberado de la obligación que le puso Dios a Adán como castigo por caer en la tentación con Eva. Esa de ganarse el pan con el sudor de la frente. Cumplí esa penitencia; estoy liberado”.