En el Informe rechazado, la propia ministra de Educación resalta el éxito de los programas de reinserción escolar para los niños del Sename y de otros estudiantes pobres que ella llama “desertores”. ¿Cómo se explica, entonces, que año tras año se recorte el presupuesto para esas escuelas de reinserción?
Por Liliana Cortés, directora ejecutiva de Súmate. Fundaciones Hogar de Cristo.
Tres mil millones pesos —a razón de casi mil millones promedio al año desde 2014— se han recortado a la glosa presupuestaria destinada a “educación de adultos y a escuelas de reingreso”, lo que revela doblemente la desidia del Estado en materia educativa con los niños y jóvenes en situación de pobreza.
¿Por qué digo doblemente?
Primero, porque el que casi 78 mil niños y jóvenes chilenos estén excluidos del sistema escolar se junta en el mismo ítem con otra necesidad pedagógica muy distinta: la educación de adultos. Usando una expresión coloquial, pero que expresa con crudeza esta vergonzosa situación, esta es la glosa de “los que botó la ola”. De los que llegaron al final a la playa, cianóticos, ahogados, medio muertos. Es decir, de los hombres y mujeres analfabetos y de los niños y jóvenes desescolarizados, todos ellos sectores invisibles para los políticos y las autoridades, porque no marchan, no protestan, no votan, no tuitean.
Así, mientras multitudes organizadas claman por universidad gratuita para todos y otros piden derogación del CAE —reformas legítimas y, sin duda, muy populares, que significan estratosféricos presupuestos—, la magra glosa para educar a los más desposeídos y necesitados corre el riesgo de desaparecer. Y segundo, porque incluye a los niños y jóvenes más vulnerables y vulnerados del país, los del Sename.
En medio del escándalo que se ha armado por el rechazo del Informe Sename II por una cuestión política, pocos han reparado en lo que dijo a propósito de este tema la ministra de Educación Adriana Delpiano. Según queda consignado en el Informe, cuando fue convocada a la décimo segunda sesión, celebrada el 24 de octubre de 2016, la ministra explicó que “de los más de 11 mil niños y jóvenes del Sename, que pertenecen a los 11 centros de administración directa y a los organismos colaboradores, un tercio está fuera del sistema escolar”. Luego comentó que algunos de ellos dan exámenes por su cuenta, lo que saben no es suficiente, “porque no cumple con la función de integración a un grupo etario similar o parecido, ni con los vínculos que allí se crean”.
Para resolver esto, expresa que “han iniciado un trabajo con programas que se han especializado en materia de reinserción y retención”. El informe cita a la secretaria de Estado afirmando que “tienen un convenio con la Fundación Súmate, del Hogar de Cristo, con quien están trabajando en materia de reinserción con aproximadamente entre 100 y 200 niños del Sename, sin perjuicio de que esa Fundación también se preocupa de la reinserción de niños que no están bajo la protección y el cuidado del Sename y que tienen altas posibilidades de desertar del colegio”. Y luego pondera los resultados de la experiencia, afirmando que quieren expandirla: “Ha sido muy interesante y valiosa, tanto para niños del Sename como para aquellos cuyos colegios debieran ser capaces de detectar que tienen altas probabilidades de deserción”.
¿Cómo algo que la máxima autoridad del tema considera positivo y valioso para el sector más desvalido y que mayor preocupación debiera generarnos a todos, se ve reducido en sus recursos año a año?
Ciertamente, no se entiende.
El Ministerio de Educación tiene el compromiso de entregar soluciones a estos niños para su reinserción educativa y debe garantizarles su derecho a la educación, lo mismo que a los demás niños y adolescentes pobres y vulnerables. Retomar una trayectoria educativa interrumpida por difíciles y dolorosos eventos es fundamental para ellos y su futuro. Los años de rezago escolar, las brechas en contenidos, la acumulación de malas experiencias educativas, dejan huellas profundas, que —de no ser reparadas— merman sus posibilidades de tener una vida plena.
Si hablamos de esfuerzos reales, en 2009 se había aprobado la implementación de escuelas de reingreso (también llamadas de segunda oportunidad o de nueva oportunidad), pero ese esfuerzo no prosperó. En 2014 retomamos la iniciativa y se crearon pilotos, pero hasta ahí llegamos.
Sin embargo, seguimos a la espera de un verdadero esfuerzo por atender a los que están fuera del sistema, incluidos un tercio de los niños del Sename. Requerimos la creación de una categoría de escuelas de reingreso que permita que sean reconocidas y cuenten con el financiamiento necesario. Hoy funcionamos con fondos concursables, que no son una respuesta efectiva, porque no dan continuidad de procesos, no permiten implementar soluciones de calidad ni responder en cobertura a los cerca de 80 mil niños y jóvenes excluidos del sistema educacional.
Dentro de todas las legítimas demandas, la priorización es clave. Y si no priorizan los que tienen la autoridad, ¿quién lo hace? ¿Los que gritan más fuerte? ¿Sabrán los que exigen gratuidad universitaria que hay 77.554 niños y jóvenes menores de 18 años que están fuera del sistema escolar, y que un tercio de los que están en el Sename integran ese abultado número de excluidos?
Compartimos la reflexión que hizo el sacerdote Felipe Berríos, a propósito de esto mismo: “Sería distinto si los universitarios estuvieran no sólo preocupados de sus propios problemas, sino que también fueran ellos la voz de los que no tienen voz, que en este caso serían los menores del Servicio Nacional de Menores”.
¿Habrá que apelar a ellos, a su solidaridad y fraternidad, ya que la autoridad no prioriza? La inclusión educativa más primaria es devolver al joven excluido su derecho a aprender. Súmate y todos los que integramos la Red de Trayectorias Educativas somos testigos privilegiados del proceso de transformación de un joven que, temeroso y herido, vuelve a la escuela y logra reinventarse, recuperar lo perdido y retomar sus estudios. Esto forma parte de la solución que merecen los niños y jóvenes del Sename, y los demás pobres y excluidos. La ministra lo sabe, ¿qué estamos esperando?
Liliana Cortés, directora de Súmate, fundación del Hogar de Cristo