Convencida de que la educación es la herramienta de promoción humana más poderosa, hace ver que tal como nadie dudó en comprar ventiladores mecánicos para salvar vidas, no existe la misma convicción para dotar de conectividad y dispositivos móviles a los estudiantes más vulnerables. “No lo entiendo”, afirma.
Por Ximena Torres Cautivo
En plena pandemia, cumplió 25 años de matrimonio con Andrés Millar. Trabajadores sociales ambos, compañeros de curso en la Universidad Católica, empezaron a pololear en el último año de la carrera y hoy tienen tres hijos y un objetivo social común que se ha fortalecido con la crisis sanitaria: la promoción de las personas vulnerables, la que en estas inéditas condiciones de convivencia en cuarentena, se potenció, cobró nuevos bríos para ellos.
Liliana Cortés (49), directora ejecutiva de Súmate del Hogar de Cristo, lleva 8 años a cargo de esta fundación que trabaja para que los niños, niñas y adolescentes más vulnerables y que están fuera del colegio, recuperen su derecho a la educación. Para ello cuentan con cinco escuelas y diversos programas socioeducativos a lo largo de Chile, asumiendo una realidad que involucra a casi 187 mil jóvenes y que el propio Ministerio de Educación proyecta crecerá en 80 mil más por el abandono escolar que se espera sea otra de las lamentables consecuencia de la crisis sanitaria, económica y social que enfrentamos. Vela aquí explicando el tema: https://bit.ly/3juZMP9
Pese a esto, Lili, como la conocen todos en el Hogar de Cristo, siente que esta terrible emergencia sanitaria, social y económica, ha sido de alguna extraña manera virtuosa. Dice: “La capacidad de reinvención de los profes, de distribuirse el trabajo y de esforzarse por hacer los cambios necesarios, ha sido increíble. Han respondido de manera notable, lo mismo que las familias. Ahora los profesores, los alumnos y sus padres, se conocen mucho más y mejor. Han descubierto sus respectivas realidades; los primeros saben a ciencia cierta cómo es el mundo del que vienen los niños, y los padres y apoderados han logrado ver cuál es la pega de los profes. Yo siento, que a pesar de todas las dificultades, en este período ganamos todos. Ha sido un tremendo crecimiento, se ha fortalecido el sentido de pertenencia y la escuela se ha valorizado, por eso, los niños y jóvenes ansían volver”.
-Otros, en cambio, sienten que es un año perdido, en el que la brecha digital se ha mostrado con toda su cruda desigualdad en materia educativa.
-Haciendo doble clic en el tema, hay muchísimo que decir. Existe el compromiso al 2030, fecha para la que faltan varias generaciones de alumnos, de “iluminar” de internet las escuelas, pero eso no basta. Se requiere iluminar las casas, los barrios vulnerables, donde viven los chiquillos. Nosotros les hemos comprado bolsas con datos, pero no sacan nada porque no cuentan con conectividad en los lugares donde viven. Lo otro es el tema del equipamiento, de contar con un teléfono, un tablet, un computador. Es cierto, hay familias que se esfuerzan por comprar un notebook a 24 cuotas, pero qué pasa si en la casa son tres hijos estudiando. No sirve. Los chicos necesitan la herramienta de forma personal y permanente, las 24 horas el día.
-Algunas fundaciones han entregado computadores a cada estudiante…
-Hubo la iniciativa en el Ministerio de entregarles pendrives con todos los contenidos de los cursos, pero dónde van a meter el pendrive si no tienen computador. Fundación Arauco entregó 400 computadores, pero es insuficiente. A mí me impacta que así como nadie dudó nunca de la importancia de contar con ventiladores mecánicos para salvar vidas en los hospitales, las autoridades duden de pasarle un computador a cada niño cuando eso es construir el futuro. El temor es que los estudiantes los usen para jugar… Es obvio que eso va a pasar y es parte del aprendizaje, de la vida actual. Hay una mirada todavía muy asistencialista de este tipo de entregas.
-¿Cómo ves el tema del regreso a las clases presenciales?
-Para las escuelas de reingreso como las nuestras, la asistencia presencial a clases siempre ha sido un tema, porque muchos de los estudiantes trabajan o tienen otras responsabilidades y por eso faltan más que los de la educación regular. Implementar una plataforma virtual, poner todo el contenido dentro de una nube, puede ser una muy buena opción para ellos, combinada con clases presenciales. Hasta ahora toda nuestra tarea se levantaba sobre lo presencial, pero teniendo las herramientas y la conectividad, lo virtual es una gran manera de trabajar con los chicos de forma complementaria. Si logramos estar en fase 4 de manera permanente, la idea es probar con una fórmula híbrida de clases. Que unos días vengan unos niños y otros días, el resto; que haya horarios diferidos, que contemos con la plataforma virtual, que vayamos aceitando el sistema para operar así el 2021. Creo que volveremos, sin duda, a algo mejor que lo que teníamos, porque el sistema educativo ya venía con tensiones, con desigualdades reconocidas, que ahora quedaron aún más en evidencia. Hoy se habla de esos sistemas híbridos, de una mayor flexibilidad en todo, del valor de la contención y de fortalecer en los estudiantes las habilidades socioemocionales. ¡Por fin ya no hablamos sólo del SIMCE, o de tal o cual ramo, sino que nos estamos dando cuenta del valor simbólico y relacional de la escuela, constatando que es un espacio clave para construir sociedad! Los niños hoy valoran de una nueva manera la escuela.
La directora de Súmate cree que esto jamás lo habríamos descubierto de no ser por la pandemia. Y a eso se agrega el fortalecimiento de los vínculos que ha generado la crisis, el que todos hayamos percibido una genuina preocupación por el otro dentro de las comunidades escolares. Y lamenta que las subvenciones se sigan pagando por alumno sentado en la sala de clases, y no por estudiante matriculado. “Ahora se está discutiendo lo del financiamiento. El Ministerio asume que pagar por matrícula es inadmisible, porque elevaría los costos de manera extraordinaria, pero hay que ver. La pandemia lo ha alterado todo y se necesita flexibilidad para entender las distintas realidades de los alumnos”.
DOS PUNTOS DE LA MISMA EXISTENCIA
Elegida hace pocos días dentro de las 100 Mujeres Líderes en la categoría “Social”, selección que organiza El Mercurio, Liliana habla como profesional y como mamá. Cuenta que la suspensión de clases por la emergencia sanitaria alteró su casa y a cada uno de sus miembros. Su hija mayor, que debía hacer su práctica como profesora, no pudo hacerlo y perdió un semestre; y a su hijo menor le costó adaptarse al sistema de clases asincrónicas y no se metió casi nunca. Esto es: conectarse virtualmente a la clase que quería. Luego el sistema cambió a clases sincrónicas; es decir, obligatorias y con horario, lo que para él ha funcionado mucho mejor. “Yo veo que la situación de mi hijo y la de los de los chicos que atendemos en Súmate no es muy distinta. Si un alumno no tiene alguien que esté encima, dándole retroalimentación, estimulándolo, el asunto no funciona. El contacto con los profesores, los compañeros, con la comunidad, es clave”.
En materia de pareja y saliéndonos de lo pedagógico, la trabajadora social cuenta que estar permanentemente trabajando en casa, en el mismo espacio, escuchando sus respectivas conversaciones y reuniones, les ha permitido a ella y a Andrés Millar, su marido, “darnos cuenta de que es el tema promocional, el creer en las personas vulnerables y en su capacidad de salir adelante, es lo que nos mueve y nos ha movido siempre, desde nuestros tiempos de estudiantes. No basta con entregarles cosas a las personas, hay que creer en ellas y hacer bien la pega”.
Andrés Millar es el jefe técnico de la línea personas en situación de calle del Hogar de Cristo y Lili se dedica a los niños y jóvenes vulnerables que han quedado rezagados en su trayectoria educativa y retoman sus estudios a través de Súmate. “Estamos en puntos distintos de las vidas de las personas haciendo lo mismo, porque si lo pensamos alguien que está en calle probablemente es alguien que no pudo terminar sus estudios, que repitió, que fue expulsado, que quedó en el camino. Y de lo que se trata nuestro trabajo es de promover su desarrollo, de lograr que reciban ese regalo intangible que les permitirá crecer y salir de la vulnerabilidad en que se encuentran. No son dádivas, no es asistencialismo. Yo escucho a Andrés hablar del dispositivo Vivienda Primero, que no consiste en regalar frazadas o café caliente en la noche, sino en buscar que las personas en calle tengan un espacio propio para solucionar las múltiples dimensiones afectadas que implica su situación de pobreza: la salud física y mental, el consumo problemático, la empleabilidad…”.
Liliana, quien partió trabajando en Fondo Esperanza, capacitando y entregando micro créditos a mujeres emprendedoras, confiesa que se cambió a Fundación Súmate por el potencial de construir futuro que tiene la educación. “Nosotros trabajamos en cosas concretas para impedir que ningún chico se quede atrás. Veo a la educación como una poderosa herramienta habilitadora de derechos. Eso me moviliza. Me emociona. Lo que más me llena es ir a nuestras escuelas y toparme con jóvenes, que pese a toda la adversidad que viven a diario, son optimistas, creen que pueden lograr mejores cosas que sus padres. Ver a jóvenes que, contra todas las dificultades, prenden una cámara y se conectan para asistir a una clase virtual, sabiendo lo que les cuesta eso que a nosotros nos puede parecer tan trivial, me mueve el corazón. Encuentro ahí tanta energía y valentía que me emociono y siento que la siembra de oportunidades dará fruto”.