Sin clases, todos estamos aprendiendo. Como plantea el profesor Alexis Moreira, el COVID-19 ha generado “una gran oportunidad para discutir en profundidad nuestro modelo educativo, apostando al replanteamiento de nuestro currículum nacional, en función de ubicar en el centro el bienestar y desarrollo socioemocional de cada estudiante”.
Así como los trabajadores más vulnerables no tienen la posibilidad de hacer teletrabajo, los niños y jóvenes, hijos de esos trabajadores, no cuentan con wifi ni plataformas digitales para conectarse a clases online. A veces ni siquiera tienen una mesa disponible para hacer sus tareas.
Pese a estas limitaciones, en esta inédita pandemia, en las 5 escuelas de reingreso que tiene nuestra fundación en comunas vulnerables de la región Metropolitana y la del Biobío, hemos comprobado que el alto compromiso con los alumnos, el que se traduce en un contacto periódico y sistemático con cada uno de ellos a través de una llamada telefónica, es clave. Así, vía WhatsApp y/o videollamada, logramos establecer una conversación enfocada en fortalecer el vínculo socioemocional con cada uno. Es una escucha atenta y activa, que establece una relación de confianza donde se comparten inquietudes e intereses y se fortalece el vínculo personal con los estudiantes. Esto es mucho más central que sólo enfocarse en tareas académicas o en una guía de estudios. Generar espacios de vinculación entre docentes y estudiantes y entre estudiantes a través de la creación de un WhatsApp de curso, para compartir videos donde se compartan sentimientos, emociones, reflexiones e información, donde se hable de los que está pasando es de gran utilidad, lo mismo que establecer juegos de intercambio de canciones o acciones lúdicas a través de grupos privados de Facebook o Instagram. También hemos constatado lo fundamental que resulta que el equipo directivo genere las condiciones y acciones necesarias para facilitar la colaboración entre docentes estableciendo reuniones online o telefónicas de coordinación y de planificación pedagógica conjunta. Es importante que se establezcan ciertos horarios y rutinas para el contacto virtual o telefónico con los chicos. Otra estrategia importante consiste en saber cuáles estudiantes no están participando de las actividades en línea y contactarlos para definir otras estrategias de vinculación y trabajo con ellos. Finalmente, es primordial asegurar la entrega de raciones alimenticias a los estudiantes y preocuparse de que en sus hogares existan condiciones mínimas de alimentación, convivencia y seguridad que permitan el bienestar socioemocional y psicológico de cada uno de ellos y sus familias. Sobre esto último un factor crítico y complejo es la relación que se establece con las familias y/o cuidadores, donde la existencia de un vínculo previo ha marcado la diferencia entre poder mediar y apoyar en situaciones de conflicto o no poder hacerlo.
Un último punto y crucial: se requiere replantear el actual modelo educativo, competitivo y enfocado en resultados, con el que hasta ahora se ha venido trabajando en el país, cambiándolo por uno más colaborativo y preocupado tanto de los procesos como de los resultados educacionales. Se trata de reemplazar un modelo enfocado en el logro de ciertos desempeños académicos (medidos de forma estandarizada) por uno que apunte a conseguir aprendizajes integrales; a reemplazar el aprendizaje de contenidos por el desarrollo de habilidades y actitudes; a pasar de valorar solo lo cognitivo y poner a la par un desarrollo socioemocional de los estudiantes. En síntesis, de transformar un sistema educativo enfocado en el desempeño y el logro individual a uno que eduque para la ciudadanía y forme para la vida.
Y enseñar, que no trata solo de transmitir contenidos y puede hacerse presencial o virtualmente, como dice a sus 98 años el filósofo francés Edgard Morin, “es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos”.
Jaime Portales
Jefe de Estudios de Fundación Súmate