Pía Romero: “Mi voz ahora es potente; ya no está apagada”

Publicado el 19/08/2019

Durante años, esta joven estudiante padeció bullying. Apabullada por el sistema, sus compañeros y profesores, repitió tres veces quinto básico, convencida de que ella era la única responsable de lo que le pasaba. “Me decían que era tonta, que era gorda y que era fea. Al final, yo ni siquiera intentaba estudiar”. Hoy cursa tercero y cuarto medio en una escuela de reingreso, y está feliz.

Por María Teresa Villafrade

Como Pía Romero son 222 mil niños, niñas y adolescentes que quedan fuera del sistema escolar en Chile por distintas razones, la mayoría vinculada con su pobreza y vulnerabilidad. En el caso de Pía, que sufrió de bullying debido a que tenía problemas de aprendizaje, se combinan varias causas. Ella  cuenta su caso: “Yo estaba en un colegio llamado Los Alerces donde me iba bien, pero quedaba muy lejos de mi casa. Mi mamá, que es cajera, me iba a dejar todos los días con mucho sacrificio, teníamos que hacer varios trasbordos. Optó por cambiarme al Complejo Educacional de Maipú,  para mejor, cuando yo empezaba quinto básico. Desde el primer día me sentí maltratada, pedí que me cambiaran de curso, pero la situación empeoró”.

Pía dice que era una niña muy callada y tímida, y sus compañeros lejos de aceptarla empezaron a burlarse de ella. “Me decían que era tonta, gorda y fea. Me hacían sentir que yo era la que estaba mal, la que cometía errores, la que no sabía, yo era muy callada, fui perdiendo cada vez más la confianza, sentía que era lenta para aprender, eso afectó mucho mi desarrollo de aprendizaje ya que al final ni siquiera lo intentaba”, dice.

Pese a que despertaba cada mañana con un nudo en la garganta, resistió porque al repetir de curso se complicaba su matrícula en otro colegio. “Les conté a los profesores pero ellos no me ayudaron. Yo necesitaba apoyo en mi aprendizaje, no que se burlaran de mí. Cada día de esos tres años fue un suplicio, era una sensación terrible, porque vas a un colegio a aprender y en lugar de sentirte feliz y cómoda, se convierte en un infierno, porque te molestan, te pegan, te insultan. Yo en todos los cursos era el blanco del maltrato, no sé por qué tanto odio. Entre ellos se llevaban bien y le decían al resto que no se juntara conmigo”.

Su autoestima se vino al suelo. Ella sentía que era la culpable de lo que estaba viviendo.

“Un día llamaron a mi mamá y le dijeron que estaba expulsada del colegio, así creo que pasó”. Desde ese momento, la suerte de Pía comenzó a cambiar. Si bien su madre pasó meses de angustia buscando una escuela que aceptara a su hija, ella no bajó los brazos hasta que el establecimiento Padre Álvaro Lavín de la Fundación Súmate le abrió sus puertas en 2015.

“Me aceptaron en un curso más bajo: 3 y 4 básico, pero todo fue para mejor. Al principio tenía temor de que se repitiera el bullying pero el ambiente era totalmente diferente: por primera vez podía hablar sin miedo, despertaba feliz y con ganas de ir al colegio. La sensación de jugar con compañeros sin peleas, sin insultos, era algo nuevo para mí. Los profesores me sorprendieron con un método de enseñanza entretenido, buscan la forma en que una aprenda, que nadie se quede sin entender. Llegaba todos los días a contarle a mi mamá lo bien que lo estaba pasando. ¡Por fin tenía amigas y amigos!”, exclama contenta.

 

Sin embargo, tantos años de malos tratos, le pasaron la factura y Pía comenzó a tener problemas de bulimia, un trastorno alimentario.

“La clase que más me costaba era educación física, porque tengo problemas pulmonares, pero yo sentía que era culpa de mi gordura y empecé a tratar de bajar de peso de la manera menos correcta que fue provocándome vómitos. Por suerte un día le conté a mi mamá lo que estaba haciendo y le pedí que me llevara a una nutricionista. Hice dieta y bajé 7 kilos, eso me hizo darme cuenta que podía hacer cosas por mí misma. Por primera vez tomé la decisión de hablar y pedir ayuda para resolver un problema, creo que en el colegio Padre Alvaro Lavín he aprendido eso”, señala.

Hoy Pía cursa tercero y cuarto medio con buen resultado y aspira a estudiar Derecho porque quiere ayudar a otros que lo necesiten, “mi voz es potente, ya no está apagada”, explica. En los cinco años que ha permanecido en este colegio de ser una estudiante tímida e insegura, hoy es una joven con personalidad y carácter.

“Mi mamá fue la que más me ayudó, cuando todos le decían que su hija nunca va a poder, ella por suerte no los escuchó. No se dejó llevar por los prejuicios. Me apoyó siempre. Mi mamá nos ha sacado adelante sola a mi hermana mayor y a mí. Gracias a ella soy humilde y respetuosa”.

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